domingo, 18 de octubre de 2009

Sobre el hombre

No podía encontrar una mejor manera de decir las cosas. Tan buena era que su palabra era inmejorable, solo corregible por los dioses. Siempre supo mirar a sus predecesores, no quería fiarse de la sabiduría incauta de Akenathon, pero sabia que era la única manera de sobrevivir. Tal era su afán por ser diferente que supo llegar a tan vertiginoso extremo. Sabiendo que no podía ser escuchado por los hombres se entregó a la divina providencia para ser recibido como un semi dios. Ya entre los dioses, muy difícil era que pudiera realizar el trabajo del filosofo. Su sabiduría había llegado al punto de no poder ser absorbida por mortal alguno. La ciudad que levantó solo dio rienda suelta a la locura. Una locura sagaz, brindadora de la capacidad de la obtención de la certeza absoluta. La formación de un cuerpo social capacitado para enfrentar situaciones nuevas fue su mayor logro en el campo terrenal, haciendo de su existencia en la tierra una aventura desfavorable. Puede que podamos verla como algo que pudo unificar a la nación, pero lo cierto fue que su verdadera misión era mucho más grande, monumental. Las dimensiones en las cuales fracasó son de imposible percepción para alguien como Adán. No solo no pudo concretar la tarea filosófica emprendida, sino que fue, a pesar de su sabiduría y su facilidad para el lenguaje, ineficaz para dejar marcada una palabra. ¿Cómo puede ser que su dios sea tan diferente que los hombres no puedan aceptarlo?

1 comentario:

  1. "Su sabiduría había llegado a el punto de no poder ser absorbida por mortal "

    me gusta mauro!

    no sabia que escribias así.

    te mando un saludo
    bru

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