lunes, 26 de octubre de 2009

La mosca Horacio


Fue al poner un pie en la cocina. Después de eso no volví a mis cabales por tres años.

Fue durante ese período que conocí a Horacio.

La mosca iba y yo quería recorrer todo el mundo con el dedo y con él. Cuando finalmente se fue, él ya no se encontraba esperándome donde lo había visto la primera vez. Estaba esperándome afuera del cuarto. Nos juntamos y fuimos a donde van dos hombres y por largas horas no volvimos, nos quedamos hablando de cosas que ninguno de los dos entendía y nos dimos cuenta de que se hacía tarde puesto que era menester que yo llegara para las diez ya que a ese preciso horario me esperaba la mosca. Llegue y no estaba. No estaba y yo extrañaba. Cuando estaba quería que desapareciera pero ahora que no estaba lo más importante en la vida era que volviera, aun si eso significaba perder a Horacio.

Estaba Horacio sentado y yo le dije que se fuera para que volviese. Horacio no quiso y lo maté. Lo mate y no aparecía y después apareció, apareció cuando Horacio estaba muerto. Estaba Horacio tendido en el suelo y la mosca empezó a zumbar.

Al pisar la cocina oí un estruendo y vi a Horacio en el suelo tendido pero no vi a la mosca que estaba escondida detrás de un jarrón. Yo tenía miedo y la mosca zumbaba con Horacio tendido en el suelo. El miedo venia desde adentro hacia fuera.

Tenia mucho miedo. El miedo se remontaba a la mosca que estaba y que había hecho que Horacio se cayera y no se levante. Ahora la mosca zumbaba y se paraba sobre mi cabeza. Ahora pude recorrer el mundo con la mano. La mosca recorría también el mundo con la mano.

domingo, 18 de octubre de 2009

Sobre el hombre

No podía encontrar una mejor manera de decir las cosas. Tan buena era que su palabra era inmejorable, solo corregible por los dioses. Siempre supo mirar a sus predecesores, no quería fiarse de la sabiduría incauta de Akenathon, pero sabia que era la única manera de sobrevivir. Tal era su afán por ser diferente que supo llegar a tan vertiginoso extremo. Sabiendo que no podía ser escuchado por los hombres se entregó a la divina providencia para ser recibido como un semi dios. Ya entre los dioses, muy difícil era que pudiera realizar el trabajo del filosofo. Su sabiduría había llegado al punto de no poder ser absorbida por mortal alguno. La ciudad que levantó solo dio rienda suelta a la locura. Una locura sagaz, brindadora de la capacidad de la obtención de la certeza absoluta. La formación de un cuerpo social capacitado para enfrentar situaciones nuevas fue su mayor logro en el campo terrenal, haciendo de su existencia en la tierra una aventura desfavorable. Puede que podamos verla como algo que pudo unificar a la nación, pero lo cierto fue que su verdadera misión era mucho más grande, monumental. Las dimensiones en las cuales fracasó son de imposible percepción para alguien como Adán. No solo no pudo concretar la tarea filosófica emprendida, sino que fue, a pesar de su sabiduría y su facilidad para el lenguaje, ineficaz para dejar marcada una palabra. ¿Cómo puede ser que su dios sea tan diferente que los hombres no puedan aceptarlo?

Realidad

Tan aguda era su mirada que podía ver a kilómetros, miraba bichos y montañas y almacenes y palabras y letras y todo tipo de cosas con el solo placer de explorar y poder decir cosas que sorprendieran a los que con él andaban en la lucha por descubrir cosas nuevas y emocionantes y llenas de sentido como también la palabra amor, que no era de la vista sino del olfato y el tacto, sentidos que no había desarrollado bien pero de los cuales podía fiarse en los momentos en el que el más importante de todos le fallaba (disfuncionalidad total del sistema que superaba todos los parámetros que el conocimiento podía otorgar, dar y conservar como suyos, ya que era supernatural que se sintiera de esta manera tan extraña, solo otorgable a seres diferentes y lejanos y desconocidos y anormales e inexistentes e individualistas que se llevaban todo lo que quedaba del mundo tal y como se conoce que es el mundo en el que se vive y toca con un tacto tan rápido tan efímero brindador de tan poco placer (al menos menor que el de la vista, que permite ver todo lo que existe, lo existente) y en el que se respira el inholoro aire respirado y contaminado por esos pulmones llenos de restos de tabaco y smog y dióxido de carbono característico del aire que se exhala), fenómeno ocurrido una vez en un millón de años.

Por esto vivía feliz de vivir como vivía y contento de conocer lo que conocía que era lo que existía en el mundo existente en el que habitaba.